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martes, marzo 1

Anaé hoy no quiere jugar.


Los dedos descalzos de sus pies, sobresalían por el borde de la cama mientras ella miraba fijamente el reluciente día al otro lado del cristal.  Las ventanas del edificio de enfrente se habían vuelto blancas y reflejaban la luz del sol. Eso no le gustaba.
Su habitación estaba tan iluminada que no había sombras. Eso le gustaba menos.
¿Dónde se escondería ahora ese débil susurro que en ocasiones la visitaba? ¿Cómo dibujaría sin él?
Anaé estaba enfadada. Podía verse por las casi imperceptibles arrugas entre sus delineadas cejas.
Se incorporó y corrió las finas cortinas azul turquesa. De inmediato la habitación adoptó dicho color en cada una de sus superficies. Giró sobre los talones y con las manos sobre las caderas observó su obra.
-Azul.
Su suave voz en tan solo un susurro se escapó rápidamente por la ventana abierta. Fuera, un viejo gato la reconoció. El animal atigrado solo tuvo que colarse por la abertura para adoptar él también un tono turquesa.
Anaé no se dio cuenta de su presencia. Toda su atención estaba puesta sobre la delicada flor que mecía la brisa. La había cogido de vuelta a casa y ahora decoraría su escritorio hasta que se marchitase.
-Sr.Thompson.
El aludido maulló en respuesta subiéndose sobre la cama, mientras observaba como la chica sacaba una pequeña caja de debajo de la cama. En su interior, entre otras cosas había un retrato a lápiz.
Anaé lo extendió sobre la cama intentando recordar algo que sabía era importante. El minino se acurrucó en su regazo.  Iba a ser un día largo.
Los sábados eran muy aburridos.


1 comentario:

Haeero dijo...

Pensé que sería un pez :)